miércoles, 8 de abril de 2009

UN DÍA COMPROMETIDO



Tras recibir el segundo premio del concurso ``Sobre igualdad de género´´ organizado por la Concejalía de la Mujer de Aranda de Duero, a los que de paso sea dicho agradezco mucho su amabilidad, os dejo un relatillo que escribí uno de estos lunes en que levantarse para realizar actividad tan improductiva como es ``trabajar´´ resulta un auténtico sacrificio. ESPERO QUE OS GUSTE.



UN DÍA COMPROMETIDO



PRÓLOGO PRESCINDIBLE.



El mundo está plagado de afirmaciones socialmente consideradas verdades absolutas, pero también alguien dijo una vez que ``no existen las verdades absolutas sino tan sólo las ideas obcecadas en su propia ignorancia´´. Pongamos por caso que ``para vivir hay que trabajar´´; esta afirmación resulta coherente, prácticamente indiscutible; quizá el término exacto sería ``para vivir bien hay que trabajar´´… aunque… seamos sinceros, vivir bien y trabajar son los dos términos más antónimos que la humanidad ha podido experimentar, esto es: una persona de clase media trabaja, digamos, ocho horas al día, a lo que sumamos, una hora para despertar, ducharse, vestirse y desayunar; otra hora para desplazarse a su centro de trabajo y del mismo a casa, hora y media para comer, hora y media para cenar, ocho horas para dormir y en el peor de los casos otra hora y media para cultivar esa fantástica figura que con el paso de los años sigue ensanchándose por los cuatro costados incluso ejercitándose con mil abdominales diarios, se utilice la crema Power Reduct, se saboreen deliciosas infusiones de té rojo con sacarina, o se sirva del sistema Electric Impulse anunciado por un Chuck Norris que mete barriga cuando sube a su cuatro por cuatro, se enfunda en un chándal gris de corredor en Central Park, y utiliza alrededor de su frente una cinta al más puro estilo años sesenta; por tanto esta segunda afirmación es una soberana estupidez ¿Qué nos queda? Dos horas y media al día para disfrutar del tiempo libre (excluyo de este colectivo privilegiado a los padres de familia con hijos entre cero y cuarenta años ya que mis estudios sobre física quántica aplicados a la fórmula ``velocidad x tiempo igual a rutina´´, no logran explicar la dinámica que siguen estos padres para no morir de ``algo´´ antes de que sus pequeñines se valgan por sí mismos, cobrando un sueldo de 1200 euros mensuales más pagas extras ¡AMOR DE PADRES!…) Por tanto nos quedamos, sí, con la primera afirmación: para vivir hay que trabajar; no obstante existe un colectivo reaccionario que aún cree en la utopía del ``BUEN VIVIR´´ (descartando la segunda afirmación antes expuesta, vivir bien y trabajar no describen este concepto).
Habitualmente este colectivo suele ser desaprobado por aquellos que ``sólo viven´´ (los de la primera afirmación y con la que nos hemos quedado por democracia de mayorías) y a los que aparentemente les jode la presencia del citado colectivo reaccionario, quizá porque estos últimos aún creen en el idilio de la ``BUENA VIDA´´. Al hablar de este grupo de ``VIDA CON MAYÚSCULAS´´, no me refiero a aquellos hippies de margaritas multicolores que gozan con sus ideales de paz y amor (sobre todo mucho amor del bueno) sino a un colectivo de seres aparentemente humanos que al contrario que los primeros, odian trabajar y al contrario que los segundos, los ``hippies follarines´´, aman las ventajas que oferta la nueva era, y al decir nueva no me refiero a la tecnología Irradium Trek (sólo los que tenemos estudios en física quántica sabemos que esta tecnología es la heredera del Capitan Spook) ni a los nuevos satélites Hewajin Lamela (sucesores de los que pillaron a Mónica Lewinski cantando al micro bajo la mesa Isabelina del gran despacho oval situado en el ala oeste de la Casa Blanca); sino al placer de cenar en un buen restaurante, ver una película en el cine, viajar aprovechando las ofertas Rumbo y Travel Price en fechas extra veraniegas, extra navideñas, extra semana santa, extra puentes y todo ello excluyéndolo del periodo de dos días que comprende el fin de semana; a su vez todo esto se combina con una serie de aptitudes artísticas que habitualmente se hallan en este colectivo tal vez por su aversión al trabajo o tal vez a la inversa.
Pues bien, toda esta disertación barata tiene como objetivo ubicar a nuestro protagonista en un entorno social determinado; dentro de este colectivo amante del buen vivir encontramos pues a Pancho; su verdadero nombre no es tal sino Federico Arteaga Ruiz; todos le llaman Pancho debido a su relajado hábito de vida; su condición de tal le ha llevado a lo que alguien podría definir como ``sobrevivir´´, no obstante para él eso es ``LA VIDA´´, ``LA BUENA VIDA´´; Pancho es de los que sabe ganar algún dinero para costearse sus gastos; según el momento vende sus poemas en la calle, algunos perfectamente enmarcados por él mismo, en ocasiones trabaja en barras de conciertos, siempre que el grupo de turno sea de su agrado; recita versos en el metro lo cual a simple vista no parece productivo sin embargo el atuendo con el que suele vestir denota cierto gusto burgués lo cual a los usuarios del transporte público les resultaba agradable otorgando a su labor la dosis necesaria de seriedad que requieren las señoras de mediana edad para desprenderse de una monedilla; en otras ocasiones acude a reuniones publicitarias en las que siguiendo el fenómeno Gran Hermano es entrevistado por un publicista con cara de primo acerca de un producto el cual Pancho previamente asegura haber consumido de tal forma que desarrolla un papel ante una cámara oculta tras un espejo que graba toda la entrevista y que a posteriori servirá para desarrollar el producto perfecto para un consumidor habitual; este último trabajo resulta aburrido pero es cierto que junto con un aperitivo, Pancho recibe en cada sesión cincuenta euros que le salvan la semana; el inconveniente de este seudo trabajo es que cada entrevistado no puede acudir más de una vez al mes con lo cual reduce los ingresos mensuales de Pancho a cinco billetes de diez; si por el fuese se dejaría grabar a diario asegurando ser consumidor de todos los productos en curso legal comercializados en el país, incluso también los no permitidos y de los cuales quizá tenga más que contar; y bien una vez ubicados en la vida de Pancho relataré una de sus múltiples historias.

CAPITULO I
Por la mañana destrozó el despertador; a las 11:30 el artilugio descendiente del patentado por Christiaan Huygens quiso hacerle humano pero estrelló sus infinitas luces multiformes contra la pared; pese a que no logró reconciliar el sueño Pancho disfrutó media hora más de las mantas.
Ella se había ido; no reconoció sus pasos al marchar; aquella situación le pareció poética incluso patética; pudo imaginarse tumbado en un diván de psicólogo argentino contándole cómo habían disfrutado la noche anterior y sin motivo aparente ella había desaparecido de sus sábanas, pero aquella ausencia tampoco era tan importante; podría haber dicho que el cielo lloraba como lloraba su pecho, peor, que no podía vivir sin ella, pero no era cierto; quizá un poco sí, un poco cierto; quizá un todo cierto pero sólo por momentos.
Pancho levantó su cuerpo de la cama y vio que todavía quedaba algo de hombre en sí; desde siempre había tenido facilidad para levantarse poco católico. Bajó al portal para recoger el correo; el ascensor olía a la rubia del tercero, la del Touareg negro; -creo que este es el único ascensor que me agrada- comentó para sus adentros; tomó los periódicos del descansillo; la portera le miró con ojos de magistrado: no debía agradarle ver sus escuálidas piernas desnudas, seguro hubiera preferido que se hubiese despojado de los calzoncillos pero la hombría de Pancho no llegaba a tanto. El joven se devolvió nuevamente al salón de casa. El café aún estaba caliente; dio un sorbo y comenzó a leer la sección de anuncios.
``SE BUSCAN DONANTES DE SEMEN: SESENTA EUROS POR EXTRACCIÓN´´
Aquello era novedoso en su currículum vitae pero entraba dentro de los parámetros exigidos por su condición bohemia. Apuntó en el paquete de Malboro el número de teléfono que rezaba al final del anuncio y terminó su café saboreando la comodidad de obtener un sobresueldo mediante la satisfacción que proporciona un buen orgasmo.

CAPITULO II
Pancho se enfundó en los Levi´s grises que dos meses atrás había comprado en Nueva York; aquel último viaje a la isla de los rascacielos o más bien, tal y como el mismo concluyó, al paraíso de las bellas mujeres afroamericanas, fue financiado por su padres con motivo de su veintiséis cumpleaños; hizo gala de su destreza en los buscadores de vuelos y obtuvo la oferta perfecta, asequible para el bolsillo de un padre desmotivado por el propio desinterés de su hijo ante un futuro laboral y que sin duda este viaje al centro de casi todo lo importante le haría ampliar sus miras hacia un puesto de trabajo estable apartándole de la senda del perdedor descrita por Bukowski; nada más lejos de la realidad que se concretó en dos semanas de poesía, amores fugaces, luces multicolores al aroma de un copa de vino y experiencias de las que no se habla en las tutorías de orientación laboral que dispensan las colas del paro.
Se dirigió a su cita mensual de cincuenta euros; se disfrazó de consumidor habitual de té helado; Sonia la treintañera atractiva que conoció en uno de sus recitales en el café de Oriente y con la que compartió la profundidad de un ``lo pasamos bien pero no estoy preparado; ¿seguimos siendo amigos?´´, la rubia de pelo corto, falda corta, escote pronunciado, tacones infinitos y voz sutil que le buscaba las citadas reuniones, le había instruido lo suficiente para saber cómo actúa un personaje apasionado del té helado envasado por alguna multinacional de comestibles y listo para tomar con un simple giro de tapón; amaba el té con limón preparado; solía tomarlo en la oficina, al salir del gimnasio, en el metro, a media tarde frente al televisor, con su novia sentados en el parque...; conocía a la perfección los dos euros diez que costaba el producto en el súper de la esquina, el diseño del logotipo de la marca y los diversos envases en que podía disfrutar de su bebida preferida.
Acorde con el producto de hoy Pancho hizo gala de una puntualidad inglesa;
-Buenos días soy Federico Arteaga; tenía cita a las once.- Pancho sonrío a la secretaria que levantó la cabeza de la pantalla del ordenador correspondiendo la sonrisa Pancho.
-¿Me permite su D.N.I.?- la recepcionista regordeta y bajita solicitó la documentación con un gesto de su dedo índice que le permitió subirse las gafas pegando los cristales a unos ojos marrones considerablemente aumentados por el grosor del vidrio corrector de dioptrías.
-¿Cómo no?- concluyó Pancho extendiendo su documentación a la mujer con una leve caricia sobre la palma de su mano. Notó como la secretaria enrojecía los pómulos pese a la capa de maquillaje que le cubrían las arrugas.
-Muy bien; al fondo del pasillo- dirigió la ruborizada recepcionista ante la indiscreción del joven.
-Muchas gracias- respondió Pancho haciendo ademán de tomar el camino señalado.
-Perdone, he olvidado mi teléfono móvil y ... necesitaría llamar con urgencia- el experto en té helado giró sobre sus talones para volver a tener frente a si los enormes ojos de la recepcionista regordeta que, como hipnotizada, centró su vista en el color verde de las pupilas de Pancho- le agradecería mucho si… en fin… me siento avergonzado pero necesito llamar a… si fuese usted tan amable, seré muy breve, lo prometo.
La recepcionista alargo el inalámbrico hasta Pancho que le correspondió con una nueva caricia sobre los dedos regordetes de la mujer y una dulce sonrisa le iluminó la cara.
Pancho extrajo el paquete de tabaco y punteó el número apuntado en el reverso; se apartó unos pasos de la recepción sintiendo como aquellos ojos desorbitados le seguían de cerca.
-Clínica Tiem, buenos días ¿en que podemos ayudarles?- una voz femenina respondió al otro lado del auricular.
-Buenos días, llamaba por el anuncio del periódico, esto…, ¿necesitan donantes de semen cierto?- Pancho no se preocupó de que sus palabras llegaran a oídos de su admiradora.
-¿Conoce las condiciones?- preguntó la voz femenina.
- Es mi primera vez- el joven moduló el tono de su voz emulando el de un adolescente a punto de perder la virginidad.
-No se preocupe; en nuestra primera cita le tomaremos una muestra de su esperma así como una muestra de sangre que confirme que es usted apto para formar parte de nuestro banco de semen.- la voz de su interlocutora sonaba sensible y comprensiva, como si de una sexóloga mimosa se tratase.-¿Quiere que le dé cita?
- Por favor.
-El jueves de la semana próxima a las 12:00; recuerde que debe venir con cinco días de abstinencia para poder verificar la calidad de su esperma; gracias por su llamada.- la voz de la telefonista concluyó; cortó la comunicación dejando a Pancho con la palabra en la boca.
-¿Perdón, perdón...?- Pancho constató el fin de la conversación telefónica mediante un pitido intermitente- ¡Cinco días de abstinencia!
Entregó el inalámbrico a la recepcionista- mi prima, un fracaso amoroso… después de cinco años…¡que desastre!- la recepcionista tomó el teléfono bruscamente, contrariada por los servicios prestados y sin recibir caricia alguna del consumidor habitual de té helado volvió a dejar caer sus gafas frente a la pantalla del ordenador.
-Al fondo del pasillo ¿verdad? Mil gracias- concluyó el futuro donante de formas de cachemira apartándose de la servicial dama.

CAPITULO III
La reunión duró lo previsto, dos horas a cambio de las cuales Pancho recibió de la regordeta ex admiradora un sobre con un billete de cincuenta. Se dirigió a la cafetería que había debajo de su casa; allí le esperaba Cris, quizá su amiga más especial y por la que sentía algo parecido a una especie de devoción; ambos se comprendían a la perfección y ambos disfrutaban de una forma de vida similar, incluso podrían haber creado una empresa de vida fácil, dar clases al resto del mundo de cómo mantenerse en el día a día, pero pensándolo bien tampoco era buena idea ya que si todos aprendieran el secreto de la felicidad peligraría su condición de vividores y eso podría provocar la quiebra de su empresa. Mejor dejar las cosas como están.
-¡Siempre tarde! ¿Algún día esperarás por mí?- los ojos azules de Cris denotaban picardía; realmente a ella no le importaba esperar sino tan sólo incomodar a Pancho aunque bien sabía que eso no ocurriría.
-Cariño vengo del trabajo; ¿preparaste la comida?
-¡Vete a la mierda!
-Vaya vocabulario para una señorita.- Pancho acercó su torso inclinándose sobre los labios de Cris que le respondieron con un beso cálido y húmedo en el que pudo apreciar el sabor del café con leche que ella saboreaba.
-¿Qué te parece?- la joven se levantó mostrando un vestido rojo que le empezaba a la altura del pecho, sin tirantes, dejando visibles la pureza cristalina de sus hombros, y terminaba a la altura de los muslos musculosos que denotaban la fuerza de su espíritu.
-Me matas; tengo una buena noticia y una mala-
-¿La mala?- preguntó Cristina.
-Desde mañana no podremos follar en cinco días.
-¡Joder, es muy mala! ¿La buena?
- Me pagarán sesenta euros.
-No es tan buena.
Pancho explicó todos los detalles de la transacción comercial reconsiderando con cada palabra si merecía la pena el sacrificio pretendido; se acercaba bastante, según su código deontológico, a un trabajo convencional ya que los inconvenientes que se derivaban del mismo podían ser muy frustrantes igual que lo que a su juicio ocurría en cualquier trabajo de oficina, taller, tienda, fabrica o vete tú a saber. No obstante le serviría para ponerse a prueba.
-¿Cuándo empieza la cuenta atrás?-preguntó Cris con sincero interés.
-Mañana.
Cris apuró la taza de café con leche y atrapó la mano de Pancho arrastrándole fuera de la cafetería hasta el portal. -Las llaves- este entregó a su amazona el juego de llaves y abrió la puerta tirando de él hacia arriba- no hagas planes para hoy- concluyó ella iluminando ahora el azul de sus ojos de un tono rojo perverso.

CAPITULO IV
La vida es corta, pero tres días pueden ser infinitos; tras setenta y dos horas de abstinencia sexual el cuerpo de Pancho comenzaba a exteriorizar su instinto animal; aquel día había comido en casa de sus padres; al subir las escaleras hasta el primer piso se cruzó con la hija de la portera y el roce de sus brazos le hizo desbordar su imaginación ubicándose en una isla desierta con la muchacha vestida de indígena semidesnuda; aquel podría ser un buen tema para un poema erótico pero también le sirvió para constatar que los jeans pueden ser incómodos ante una erección imprevista.
Algo parecido le paso por la noche leyendo uno de los pasajes de Las edades de Lulú cuando Almudena Grandes describe aquel trío fraternal entre Lulú, Pablo y Marcelo. Notó cómo su mano agitaba inconscientemente el cetro erecto hasta que en un momento de realidad constató que el esfuerzo de aquellos tres días podría tornarse inútil si continuaba con su función; consecuentemente se dirigió hasta la ducha girando el grifo redondo de color azul.

Aquellos tres días, Pancho había declinado cualquier cita con el sexo femenino para demostrarse a sí mismo que era capaz de cumplir con su fin; incluso Cris había comprendido su decisión hasta el punto de sentirse agradecida evitando así una tentación que si ella se hubiera propuesto se habría convertido en un acto consumado.
El último día antes del gran estallido de testosterona Pancho dio un recital en el café Libertario de Chueca. Era un lugar agradable donde la obra del poeta era de sobra conocida; allí acudían compañeros de letras, pintores, bailarinas y gente ligados al gremio del buen vivir; Pancho comenzó recitando un poema romántico …como la suave arena que cubre si no estás...; continuó el espectáculo con una retahíla de versos comprometidos socialmente ``…que muera el germen del político…la cuerda que ata las hijas del poder…sí, ayer soñé con los puentes poblados de banqueros…; y terminó el recital con un poema erótico acompañado por las notas sugerentes de un saxofón ``…tu piel es paño perfumado…te clavas en mi vientre… me clavo en tu sexo…MÁS FUERTE… MÁS FUERTE…y mis huesos combaten como cartílagos elásticos…MÁS FUERTE…´´
Los asistentes se desnudaron las manos en aplausos; Pancho descendió del escenario y allí se relacionó con su público; entre ellos Laura, la camarera del bar, le agradeció muy especialmente su función; se acercó ligeramente a él azotándole el rostro con su melena negra de olor a fruta, y le acarició los labios con un pedazo de hielo que portaba en los suyos; Pancho notó como el agua del glacial iba derritiéndose al quedar atrapado entre aquellos dos trozos de carne suculentos que intercambiaban fluidos con sus lenguas entrelazadas; Laura desplazó el cuerpo del poeta hasta el almacén y corrió el cerrojo; ella agarró entre sus yemas la entrepierna de Pancho que parecía un cráter a punto de ebullición; desabrochó el pantalón del experto en té helado dejándolo caer hasta los tobillos y se arrodilló para degustar el sabor de lo prohibido. Pancho fue testigo de su propia debilidad y sin querer recordó las palabras de su padre ``cuándo vas a centrarte´´ ``has de encontrar un trabajo´´ ``¿de qué piensas vivir?...´´ Estaba claro que para su padre donar semen no era el concepto de un trabajo digno pero para Pancho era hasta el momento lo que más esfuerzo le había supuesto y por tanto era su reto particular; quizá en el fondo podría ser el tránsito hacia su lejana madurez laboral, un paso en el camino para lograr la satisfacción que siente un oficinista al final de la jornada o el mecánico tras cambiar el motor de un Mercedes Benz.
-No puedo, lo siento- Pancho apartó la cabeza de Laura de su entrepierna.
-¿Pero qué coño…? Eres un mierda.
Pancho descorrió el cerrojo y salió del almacén con los pantalones a medio abrochar, vitoreado a la par que abrumado por las palmaditas que su público le daba en la espalda animándolo a seguir así.

CAPÍTULO V
La noche había sido difícil; le costó conciliar el sueño; contar ovejitas peludas no entraba en sus planes; la bebida como somnífero no era posible ya que aquello podría influir negativamente en la calidad de sus soldaditos y tampoco era lícito aliviarse haciéndose a sí mismo el amor que si bien era el mejor remedió para llegar al limbo supondría haber perdió cinco días de su vida; en estas escasas ciento veinte horas había constatado que lo bueno siempre está prohibido cuando asumes responsabilidades; por el contrario tenía la certeza de que aquellos esfuerzos le deberían traer una gran recompensa no económica, por supuesto, ya que los sesenta euros que valía su semen no pagaban ni por asomo el esfuerzo desarrollado; su recompensa se cifraba en el bienestar que proporciona un trabajo bien hecho; seguro que así de bien deberían de sentirse los millones de personas que a final del día llegan a sus casas cansados pero sabiendo que han logrado un reto como es llevar a cabo las funciones que se derivan de sus puestos de trabajo; ese placer del trabajo bien debe ser tan gratificante que hace que al día siguiente esos miles decidan madrugar para volver a cumplir con sus funciones. Debía experimentar aquella sensación que movía a los empleados a desplazarse a sus centros de trabajo y a los desempleados a las colas del paro.

Pancho se vistió con ropa cómoda; fue paseando hasta la clínica. Llegó con diez minutos de antelación. La enfermera le pasó a la sala de espera donde sería llamado por el altavoz. En la misma había otros dos tipos, un gordo sudoroso con bigote que leía una revista rosa y un ejecutivo con traje que escondía su rostro nervioso entre las manos como evitando que alguien pudiera reconocerle. Primero entró el gordo y después el ejecutivo. Finalmente el altavoz expuso su nombre –FEDERICO ARTEAGA consulta cinco- Pancho siguió las indicaciones de los carteles verdes con flechas blancas que marcaban el camino a seguir hasta su consulta. Allí le esperaba una doctora que le recordó a la recepcionista de la reunión de té helado.
-¿Cómo se encuentra?
-Bien gracias- respondió Pancho con cierta resignación.
-¿Ha mantenido la abstinencia de cinco días? Preguntó la doctora con un tono que a Pancho le resultó jactancioso.
-Ha sido duro- respondió éste.
-Es cuestión de acostumbrarse; habitualmente nuestros donantes toman como día de donación el viernes para poder tomarse el fin de semana libre y desahogar sus instintos.- la doctora sonreía al hablar.
Realmente a Pancho aquello le recordó a alguna de las entrevistas de trabajo que había hecho tiempo atrás y de hecho la figura de la médica le resultó similar a la de un jefe; ella era la que llevaba la voz cantante;
-Rellene este impreso y fírmelo por favor.
Nombre, apellidos, domicilio, profesión, edad… firmado.
-Muy bien, acompáñeme.- la doctora trasladó a Pancho hasta una sala blanca de reducidas dimensiones- bien, ahora procederemos a tomar una muestra de su esperma; puede sentarse o permanecer de pie según se encuentre más cómodo; cierre por dentro; tiene jabón, papel higiénico y si enciende el televisor podrá ver una película que le ayudará a concentrarse; tome este bote y deposité su muestra dentro, luego ciérrelo e introdúzcalo en esta bolsita; no olvide poner su nombre con este rotulador tanto en el bote como en la bolsa; cuando termine venga a verme con la muestra; ¿alguna pregunta?
- No gracias- respondió Pancho.
La doctora cerró la puerta; Pancho giro el cerrojo; encendió el televisor; un tipo negro azotaba con pasión las nalgas de una japonesa servicial que articulaba los gestos del rostro a cada embestida de su castigador; parecía dolorida pero agradecida por la contribución que estaba recibiendo de su pareja. Pancho se bajó los pantalones y se sentó en la silla; sintió el frío del plástico en sus pantorrillas y sin quererlo imaginó como otros tipos gordos, altos, bajos, ejecutivos, mecánicos, fontaneros, electricistas, ingenieros, abogados..., habrían ocupado su puesto, allí sentados, esperando correrse para satisfacer a alguien que pagaría por su labor cien veces más de lo que ellos iban a recibir; miró su pene y constató que aquel pedazo de carne flácida, llena de vida ciento veinte horas atrás, jamás sufriría una erección; entonces sacó un papel del bolsillo y con el rotulador que le entregó la doctora escribió el título de su próximo poema:
EL TRABAJO PERJUDICA SERIAMENTE LA SALUD.


FIN

2 comentarios:

Giovanni-Collazos dijo...

Muy bueno, Chema. Me ha gustado el relato.

Un abrazo.

Gio.

Federico dijo...

Qué coincidencia haber encontrado este relato! Y con eso quiero decir que no fue ninguna coincidencia.

Mi nombre es Federico Arteaga, vivo en Colombia y soy escritor. Me ha parecido bien agradable tu relato.

Mis escritos están en http://amenfuck.blogspot.com por si se te antoja darles una mirada.

Saludo,
Federico.